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VINODELUNA (Cuentos cortos sobre BM)
posteado el 14 de febrero del 2010
BM bajó las escaleras de dos en dos: 62 temibles escalones que jamás usó sin asirse férreamente. “cómo se le ocurrió a esta mujer venirse a vivir a lugar tan intrincado”, pensaba mientras volaba sobre 2 peldaños sin pensarlo ni quitar la vista de sus pies. ¿cómo se le ocurre a BM pensar que los pobres tienen opción?. “pero ¿cuándo han tenido la posibilidad de elegir donde vivir los pobres, dónde morir? dónde dar a luz? Concéntrate, BM”. Y al llegar al final, de un salto por encima de 3 escalones, enrumbó hacia la calle ancha del pueblo costero donde estaba la asistencia pública. Frenó ágil en el mesón de informaciones y sin darle tiempo a preguntarle nada al funcionario cabreado de turno, BM gritó: “Mi amiga está a punto de dar a luz en Cerro Perdido, envíen una ambulancia, rápido, por favor”, “Eso será en cuanto vuelva, señora, ahora anda en un servicio. Deje los datos y en cuanto aparezca, va para allá”. Eso era todo lo que se podía hacer en ese momento. Era la única opción en esas condiciones, en ese pueblo, en ese mundo...en todo el universo, pensaba BM mientras recuperaba el aliento y luego de dejar los datos, por favor, por favor, por favor, corrió de vuelta a casa de su amiga con su vientre latiendo vida y aguantando para que no se escape a la luz, todavía...
La subida fue peor, pero igual de rápida, al ritmo de su taquicardia escaló los 62 peldaños de vuelta. Ni siquiera había cerrado la puerta al salir, y ya, entrando, pudo oír un grito de M que decía: “Está salieeeeeeeeeendo, está salieeeeeeeeendo”. BM no tuvo tiempo ni para calentar agua ni para buscar paños limpios como se ve en películas y novelas, porque de entre las piernas de M ya se asomaba el pequeño visitante y no parecía en actitud de esperar ninguna sugerencia sobre su cometido. Salía, “el enano o enana va saliendo, mierda” y BM se incorporó rápido en la cama para recibirlo en sus manos, así nomás, ella estaba ahí, pon tus manos, recíbeme, mujer. Y lo recibió. M emitió un gemido, de dolor y de alivio y preguntó: “¿está bien la guagua?”. Está bien, tú estás bien; es un niño y está bien y yo voy a ponerlo en alguna parte para sentarme y colapsar a gusto”... Dejó el bebé en la cama cubierto con la sábana de M y corrió al baño, sacó tijeras y alcohol y sin dudarlo tras limpiar las tijeras, cortó el cordón umbilical luchando con el desmayo. Al clic del corte, le siguió inmediatamente la sirena de la ambulancia que se detenía en la puerta de M. Entonces, arropó al bebé y se echó al lado de M con él en los brazos y las dos dijeron muy alto “¡AQUÍ!” con las lágrimas cayendo a chorros mientras entraba el médico a redondear el milagro.
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