A lo largo de nuestra
historia, y desde sus orígenes, ha habido masacres terribles en el
mundo, además del holocausto nazi y las bombas a Hiroshima y
Nagasaki. No creo que exista un pueblo que no haya sufrido una masacre en su interior o desde el exterior. Y no se detienen;
golpes de estado, guerras civiles, invasiones, se siguen
sucediendo en diferentes puntos del planeta hasta el día de hoy.
Sería enorme la lista de
todas las matanzas de seres humanos a seres humanos a lo largo de
toda la historia del mundo, como también sería interminable la de
muertes por cataclismos naturales. Porque en esta bendita tierra la
muerte furiosa, que con su guadaña siega violentamente vidas a
diestra y siniestra, le llega al ser humano desde su propio reino y
de todos los demás reinos de la naturaleza.
Y es que el hombre,
absurdamente, ha creído siempre que a la naturaleza se le puede
transformar a voluntad. Ingenuo y ciego, no ve que cada herida que le
infligimos tiene una reacción que rechaza ese cambio. Pero a la
naturaleza no se le ha cambiado un ápice; se le ha maquillado, se le
ha disfrazado, se le ha prostituido, y en actos de rebeldía, ella se
arranca el disfraz en cuanto puede remeciéndonos con ira. No se la ha cambiado ni se la cambiará nunca.
Y seguimos en esta
carrera de matanzas varias, cada uno reaccionando desde su cercanía
o lejanía, sufriendo unos, opinando otros entre pesar y simpatías, pero sin
que cambie nada en concreto en nuestra forma de vida, en nuestra
visión, en nuestras conciencias. Por lo que, tristemente se llega a
la conclusión de que no hemos aprendido nada.
¿Tantos siglos de
muerte, de masacres, de odio, egoísmo y estupidez, y nadie ha
aprendido nada? Entonces estaríamos destinados no sólo a seguir
sufriendo todo esto, sino que cada vez más severamente, tanto en
cantidad como en calidad. Porque ha aumentado muchísimo el número
de personas en el planeta y también la codicia, el lucro y el ansia
de poder.
Y ¿por qué no hemos
aprendido? ¿por qué no somos capaces de detener esta horrorosa
inclinación a la enemistad y el odio mortal?
Porque está claro que
no somos capaces de poner una voluntad integral en lo opuesto.
Cuando viene una epidemia
determinada, con una vacuna se inocula parte del mismo mal para crear
los anticuerpos que nos defienden contra la enfermedad. Pues, nosotros
no hemos sabido crear los anticuerpos de amor contra el odio, de paz
contra la guerra, de luz contra la oscuridad. No ponemos la voluntad,
toda la voluntad y nada más que la voluntad en el amor, la paz, la
luz. Es trabajoso, o más bien imposible, porque nos pide
preocuparnos y ocuparnos del prójimo, algo que no está en nuestra
naturaleza esencialmente individualista. Pero haríamos el cambio
total, si o si, si uniéramos 7 billones de voluntades en ese mundo
opuesto al egoísta y odioso en el que estamos malamente existiendo.
Un imposible para la
mayoría, seguramente...
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