sábado, 3 de septiembre de 2016

Desentrañar un milagro






Salí a encontrarlo a la carretera.

Venía sentado sobre un milagro
con un recado anónimo entre sus ojos
que no pude descifrar.
Y aceleré, sin más, contra el viento,
con él atado como un volantín.

Al llegar se instaló en una nube
al lado de mi tienda,
Con su valija, su notebook y un farol.
“Para ver la paloma de colores”, me dijo.
¿Cómo la de Noé que no volvió? Le pregunté.
Entonces, miró mi transparencia
Y puso un beso en mis cuadernos.

Debajo de su chaqueta traía una herida
que se curó con pócimas de vida,
encargos de amor y una manta de promesas.

Entre historias diarias en mp4 o avi,
ponderaciones y escrutinios cruciales
mucho chopsui y garbeos viales,
enfilaban los días con sus noches
atravesando nuestros cuerpos abrazados
entre su olor a ámbar.

Pero, a lo que tenía que ser fructífero
y fuerte como un cedro del Líbano
se le quemaron las piernas y los pies.

“La memoria no abandona el cuerpo”
Cantaba un chincol cada hora
rodeando el jardín

Hay que ponerse en puntillas, pensé
Pero no pude sobrepasar los cardenales
y se desvaneció con su nube.

Hoy su rastro aroma mi cuello,
en las nubes clarean recados
y su milagro solea en mi patio.



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