lunes, 16 de enero de 2012

Buscando respuestas







La verdad es que no estamos siendo nada felices en este ancho y ajeno mundo - al decir del escritor peruano, Ciro Alegría- y no importa que vivamos en y con lo propio: nuestra casa, nuestra ropa, nuestra comida, nuestro auto, nuestro internet, nuestro celular, nuestro seguro de salud... cada día nos vamos sintiendo menos parte del mundo para pasar a estar más presos del sistema y no parte de él y a nuestras anchas. Se nos marca el tiempo, el espacio, el camino, las necesidades, los objetivos; y todos, casi sin excepción, lo dejamos ser y hacer hasta el punto de que nuestro entorno, o sea, todo el sistema; afecta a nuestras vidas y destino mucho más todavía que nuestra carga genética con su maravillosa gama de posibilidades humanas, pero que con la fuerza que el poder maneja a la sociedad mundial quedan absolutamente controladas por su discurso y acciones absolutamente impositivas y lo peor: abusivas.
Un sistema que no sólo nos separa sino nos hace enemigos unos de otros en una lucha de egos insoportable, incluso entre padres e hijos. Ya los padres no pueden educar a sus hijos; no saben siquiera cómo actuar frente a ellos ante su conversión agresiva en ávidos consumidores de placeres no solamente absurdos y efímeros, sino también destructivos, observables claramente a través de sus profundas depresiones que los llevan a un consumo tempranísimo de alcohol y drogas: armas suicidas, porque los jóvenes no desconocen su peligro. Demasiados niños llevados, como dice la canción de Brel: a “envejecer antes de crecer.”
La mayoría de los niños no son más que el reflejo de unos padres formados dentro de los parámetros consumistas que nos están marcando salvajemente desde hace generaciones. Y otros, cuyos padres, han conseguido sobrevivir al sistema con mejores valores, no son lo suficientemente fuertes ante esa red virtual y real que atrapa a los jóvenes como una fea tela de araña.
Urge, entonces, que despertemos, que cambiemos los principios que nos mueven y mejoremos las relaciones entre nosotros, y también entre nosotros y la naturaleza. Empezar a aprender a conocernos, a insistir en la búsqueda de esas  respuestas que desde miles de años esperamos pero que todo, la ciencia, las religiones, la filosofía, la política, hasta el momento no nos las han dado. Conocer nuestras necesidades de manera integral, que no nos las inventen para que algunos tengan dinero y poder y nosotros, a fin de cuentas, un enorme vacío. Claro: desconozco lo que necesito porque desconozco lo que soy.
Saber quienes somos y por qué vivimos son las preguntas base; y en alguna parte de nuestro ser tenemos la certeza de que esas respuestas están ocultas dentro esperando a que las encontremos.

2 comentarios:

  1. Es una propuesta y una pregunta que muchos nos hemos hecho muchas veces y que, finalmente, siento que difícilmente se encuentra antes de cierta edad... No es sólo que la sociedad nos haya alienado hasta el punto de no poder encontrarnos a nosotros mismos por mucho que nos miremos para dentro y queramos romper esa barrera que nos separa de la Naturaleza y del Cosmos. Es también, pienso yo, un desafío que precisa de cierta maduración, de un trayecto que sólo se recorre a lo largo de los años. Los jóvenes están cargados de energía, de anhelos, de exigencias y de necesidades impuestas por el mundo que los rodea. Pero nadie podrá sacarlos de esa vorágine hasta que el anhelo de romper la barrera no surja de sus propias entrañas. Son inmaduros, son esenciales, son básicos, diamantes en bruto que sólo el tiempo puede pulir. Los adultos que los rodeamos estamos en una etapa que conlleva, quizás, los mismos desafíos, pero el planteamiento es tan diferente que parece que vivièramos en mundos distintos... Sólo queda confiar en ese proceso de maduración, siempre acompañándolos, pero guiarlos no sirve de nada: sólo tienen ojos y oídos para su propio corazón, aún en barbecho...

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  2. Las hojitas, los arbolitos, y los otoños como respuestas que nos crezcan en los dedos...
    Llegar a mirarse la esencia, y como dos hermanitos, mirarse a la vez.
    Ese mi deseo. Mi voluntad.

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