domingo, 9 de septiembre de 2012

Yo me corrijo, tú te corriges...







Alguien podría preguntarse del por qué de tantas cosas negativas en el mundo, tanto sufrimiento, tantas cosas terriblemente malintencionadas, tantos gobernantes psicópatas en la historia de la humanidad desde antes de Alejandro Magno hasta El Asad, pasando por Stalin, Hitler, Idi Amin, Pinochet y otros. Dictadores que no vacilaron ni vacilan en diezmar poblaciones inocentes por sus intereses vesánicos y que ahora ya no son tan necesarios porque los grupos económicos que siempre han estado al costado o por detrás de esos personajes (además de las religiones), ya están trabajando directamente sobre la población a través de las comunicaciones, las redes sociales y la movida del consumismo a partir de crearle necesidades imaginarias.
Desde siempre ha funcionado un aparato censor y corrector (que es más grave) desde esos poderes para controlar al ser humano. Ellos, determinando siempre lo que es bueno y malo, hasta el punto de inventar el mal a su manera y, por supuesto desde un bien también inventado, que es donde están ellos y que, francamente, da asco. Para ellos, hay un mal en la raza humana que hay que corregir y, entonces, ellos se erigen como los correctores, imponiendo su moral -estricta hacia los demás, no hacia ellos- de manera implacable. E increíblemente, todo consentido por la sociedad, porque, en realidad, somos todos los mismos.
Porque ¿quienes son ellos? ¿Quién fue Hitler?¿Quién fue Napoleón? ¿Pinochet? ¿Hoover? ¿Nixon? Y quienes son ahora ¿Obama? ¿Piñera? ¿Merkel? ¿Asad? ¿Ajmadineyad? ¿Netaniahu?¿Putin? ¿Qué es Goldman Sachs? ¿IBM? ¿la NSA? ¿el Grupo Bildelberg? ¿el FMI? ¿el BCE?
Creo que nada más que creaciones de nuestra misma sociedad. Personajes elevados desde nuestro propio egoismo, desde nuestros odios individuales y colectivos, nuestros resentimientos y frustraciones. Como el cáncer en un cuerpo enfermo. Por lo tanto, si hay un mal que corregir -que sí lo hay- es nuestro propio mal y que cada uno debe corregir en si y por si mismo. Nadie tiene derecho a corregir el mal del otro -además, no funciona-, pero si tiene la obligación de corregir su propio mal. Y así nadie se levantará sobre mi a corregirme desde su mal no corregido por si mismo.
O sea, si yo cambio, cambio el mundo... para que se me entienda.
Y dejar de seguir creando monstruos y corporaciones siniestras que aniquilan nuestra conciencia, y a la postre, nuestra vida.

1 comentario:

  1. Lo que natura no da, no se consigue con soltura. Porque con la incertidumbre de que la vida tenga un sentido, se vive en la certeza del sin sentido.
    Somos deseo desbocado, y debemos dar a todo ello, una intención de corrección en nosotros mismos.

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