No tuvimos que soñar

                          
Éramos 5, pero ya hace un buen tiempo, el menor de ellos decidió bajarse de la vida y estamos, dispersos por el mundo, tres hermanas y un hermano. Los encuentros en la red nos mantienen unidos, aunque el cariño viene de siempre, de la vida real...de una infancia privilegiada bien compartida. Supongo que por una cuestión de género, las hermanas nos mantuvimos más unidas, como si supiéramos internamente que compartimos la misma alma. El asunto es que - hermano, te amo mucho también- a ellas les dedico esta sencilla poesía:

No tuvimos que soñar;

las tres nacimos regias

en un palacio frente al mar

con enormes y abiertas puertas

dibujando una vía hasta el final

La mayor ondulando velos misteriosos

cubría su camino y andar,

la del medio trotaba despejando

entre el viento y las hojas, el pisar

y la menor empujaba su arcoiris

con muñecas y sueños en su caminar.

Los hermanos partieron sin avisar.

Uno hacia la nada se disparó

cuando demasiado dolor lo halló.

Y el otro, no deja de andar:

el aire le suaviza las heridas

imposibles de cicatrizar.

El camino que salía de palacio,

tras la reja, en tres partes se abrió

y el amor se multiplicó entre lágrimas

de promesas y expectación

entonces, con velos, fusta y arcoiris

el destino nos distanció.

La vida ajustó nuestras coronas

y nos dio saberes, fuerza y amor;

pero como una niña ingenua,

si la muerte me concediera un favor,

le rogaría que cerrara mis ojos

a la par que a las otras dos.