viernes, 12 de octubre de 2012

Las hadas del bosque




 
 


A mis años, los recuerdos de infancia se hacen, no sólo más tiernos y arropadores, sino más comunicadores y explicativos, ya que te descubren razones de anhelos y expectativas que el medio nunca te complace. Cinco hermanos que queríamos ser YO MISMO y actuar, o sea, vivir, desde ese “yo mismo”. Vamos, como todo el mundo, pero sin saber quiénes éramos, ni yo, ni tú, ni nadie -incógnita que todavía permanece a nivel planetario-. Y sin saber que el mundo en que nacimos te arma el “yo mismo” a través de imposiciones interesadas... contra natura, porque los billones de personas en el planeta somos distintos.
De niños nos uníamos y desplegábamos hacia otros mundos, Diego en el espacio galáctico con aventuras increíbles donde existían todos los peligros menos el de la muerte. Igal con sus pares invulnerables: héroes por encima de la debilidad y la tristeza. A veces nos íbamos todos a La Isla, esa que existía en el pizarrón en la que nos dibujábamos y donde sólo éramos nosotros con nuestras propias reglas.

Pero, las tres hermanas solas, guiadas por la fantasía de Raquel -siempre hermana mayor- nos íbamos con Fedora de su mano a una dimensión mágica donde sólo estaba permitido, tras dramas insoportables, el final feliz donde se lloraba mucho en el cierre; lo juro... de verdad.

Pero lo más entrañable era el chapuzón a la dimensión más fantástica de todas: la del bosque de las hadas. Raquel se encargaba de todo, la coreografía, la música y los pasos del baile. Los pasillos de nuestra casas -Playa Ancha primero e Independencia luego- se transformaban en los más mágicos escenarios de brillante y colorida fantasía (los hermanos estarían en los suyos, porque no los veíamos ¿sería tan real el escape dimensional?). Fedora, con más gracia que yo, aplicadamente obedecía el ritmo de Raquel con los pasos y la música, yo alguna vez intentaba innovar y levantaba alegremente un pie más arriba de lo normal mostrando un tosco zapatón de suela crepé, que luego de levantarnos del suelo donde nos había llevado el ataque de risa, seguíamos con lo diseñado por Raquel. Mucho disfrutamos en el mundo de las hadas del bosque.

Las hadas del bosque, las hadas del bosque. No salimos nunca de ese estribillo, pero es el mantram, hasta ahora, para un relajante deleite tan efímero como lo que tarda en cancelarse cualquier placer.


7 comentarios:

  1. qué precioso, Maria, qué tiempos aquellos alejadas en el bosque de las hadas de este mundo a punto del crack. Qué lindo, se me hizo cototo recordando y viendo ese mundo nuestro de bailarinas y cantantes segun el guión de la Rake que por lo visto tenía que llegar hasta ahi no mas. Hermoso, gracias por recordarmelo.

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  2. Todo es movimiento, todo en un espacio para las hadas. Todo para sueños suspendidos en un coro de a tres...
    Se me hace agua de bello, Mariana.

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    1. Gracias, esa parte del universo entre hadas y sueños nadie nos lo puede borrar. Está ahi
      besos a los dos

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  3. La infancia, ese paraíso del que nadie puede expulsarnos... Nadie nos lo puede quitar.

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  4. que hermoso!! y la verdad que jamas llegamos a la segunda estrofa siquiera, siempre habia algo que llamaba la atencion a las hadas..jajaja..siempre seremos las hadas del bosque y nada mas..Gracias sister

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  5. siempre es un placer recordar estas cosas que vivimos juntas en la niñez... inolvidable.

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  6. ¡Qué lindo texto, mamá! Y qué lindos recuerdos, que pese al paso del tiempo permanecen impertérritos en tu memoria y en tu visión del Cosmos, tanto el personal, que cada uno de nosotros lleva dentro, como ese otro Cosmos infinito, que nos aúna con todos los seres que lo habitamos... Tanta creatividad, imaginación y candor de la mano de cinco niños que supieron imprimir ese "yo mismo" en todo cuanto emprendieron y que las generaciones siguientes heredamos como la más preciada joya o en incunable más valioso... Hermoso, como hermosa es la vida... Besos!

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