miércoles, 7 de marzo de 2012

El ¿desarrollo? del hombre...




             “El amor a la libertad es el amor a los demás;
              el amor al poder es el amor a nosotros mismos”
                           (William Hazlitt / 1778-1830)

               


Ningún avance del hombre, ni científico, ni social, ni artístico, ni político ni económico ha sido llevado por el deseo del bienestar integral de los seres humanos como un todo preponderante. En ningún logro del hombre existe el empeño por la felicidad de cada uno y todos los habitantes del planeta como base para su obtención. Se busca el remedio a la enfermedad, no cómo ser sanos, se busca cómo entretenernos, como hacernos las cosas más fáciles, como obtener fortuna y gloria, como dominar los unos a los otros; pero no se busca saber quienes somos y para qué vivimos como punto de partida para descubrir la fórmula de esa felicidad que nos debemos otorgar entre todos. Y claro, eso sería contra natura, porque el inexorable y fatal deseo -que sí es nuestra naturaleza- por el beneficio personal, nos domina, incluidos quienes inventaron las vacunas contra las enfermedades o entregan millones en la Teletón. Está muy bien, es positivo a nivel social general, pero no está ni cerca de la condición altruista de amor al prójimo que eliminaría nuestros deseos egoístas para guiarnos al bienestar y armonía en el que debemos existir.

Se suponía que el ser humano, se iba desarrollando para mejor. Que gracias a eso se lograría una sociedad óptima. Y asistimos maravillados a lo largo de la historia a ese desarrollo enorme que abarca innumerables rubros y espacios, incluso fuera del planeta e, incluso, aquellos que no le corresponden en la Naturaleza. Todo, según se decía y se dice incansablemente, en bien de la igualdad, la justicia y la libertad. Slogan que se sigue usando hoy día para invadir países y adueñarse de sus riquezas. Slogan que ya suena a chiste.

Y es que hay algo en el hombre que el desarrollo no sólo no ha tocado, sino que lo ha atrofiado: su corazón... que no escucha, no ve, no ama al otro, no siente el sufrimiento, las injusticias, la pobreza, las depresiones, los suicidios, el desamparo social y humano, el alcoholismo, la droga, la delincuencia, las enfermedades, la sociopatía, el odio, la tortura, las guerras, las crisis económicas, los abusos, la explotación;  y suma y sigue una lista de miseria humana infinita que a medida que “avanzamos” es mayor en cantidad y calidad porque el único amor que se ha desarrollado es el amor al poder.

4 comentarios:

  1. Lo de siempre: el ego.
    Aquí vienen muy bien aquellas palabras de Schopenhauer:" Por consiguiente, cada cual, incluido el individuo más insignificante, cualquier yo, visto desde dentro, lo es todo en todo; por contra, visto desde fuera, no es nada o casi nada. En esto estriba la gran diferencia entre aquello que cada uno es necesariamente ante sus propios ojos y lo que él mismo es a los ojos de los demás, o sea, el egoísmo que cada cual reprocha al otro ".
    Y así estamos...

    ResponderEliminar
  2. incapacitados para liberarnos de nuestra irremediable naturaleza egoista; solo recurrir a la poderosa fuerza del deseo e intentar "desear" cambiarlo, desear lo imposible, desear bien al otro y no para mi...

    ResponderEliminar
  3. Yo creo que el gran problema que pone obstáculos a ese amor universal que significa simplemente amar al otro y desear su felicidad se obstaculiza por un mal entendido sentido paternal (que creo la sociedad patriarcal ha potenciado) que divide a los seres humanos entre débiles y fuertes, entre poderosos y marginados, entre millonarios y necesitados. Y salirse del modelo patriarcal para dejar de ver al otro como distinto (y por ende o más débil o más fuerte que yo, lo que conlleva relaciones dirigidas por el ego) para verlo como un par, que precisa simplemente de amor (que, consecuentemente, también a mí me llegará) y que nuestro deseo de amor no esté atravesado por "ayudar", "apoyar", "tolerar" ó "solidarizar", pues todos estos conceptos, tan positivos como los vemos, no necesitaríamos siquiera planteárnoslos si amáramos y deseáramos la felicidad de nuestro prójimo, ya que serían inherentes a ese amor sin más cuestionamientos...

    ResponderEliminar